Os dejo el texto del PREGÓN DE SEMANA SANTA que he dado en Férez, mi pueblo, el 2 de marzo de 2024.
Es un
honor estar ahora mismo aquí, delante de todos vosotros, en una situación que
lo único que demuestra es el afecto que me tenéis. Cuando me llamó Francis para
ofrecerme esta oportunidad, me emocioné, de verdad, un nudo en la garganta casi
me impide decirle que aceptaba. Iba a ser el primer nacido en Férez en dar el
pregón de Semana Santa. Era todo honor.
Quiero
agradecer de todo corazón esta invitación. Y no sólo porque, como afirma D. Quijote, «la ingratitud es hija de la soberbia y uno de los mayores pecados que
se sabe: y la persona que es agradecida a los que bien le han hecho, da
indicios de que también lo será a Dios, que tantos bienes le hizo y de continuo
le hace» , sino porque sinceramente he de reconocer que participar como
pregonero en uno de los principales
acontecimientos de nuestro pueblo, que siempre ha ejercido sobre mí una
fascinante atracción, me colma de satisfacción (siempre me ha gustado asumir
nuevos retos, máxime cuando éstos son complicados aunque sólo sea para evitar
que se haga cierta la sentencia de Séneca: «No nos atrevemos a muchas cosas porque son
difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas»).
Quiero
señalar mi profundo respeto por una festividad como la Semana Santa que hace
aflorar sentimientos religiosos trascendentes y de la máxima importancia para
los cristianos creyentes. Necesariamente por ello, mis palabras, amén de
breves, serán sobrias y respetuosas. Espero, en fin, no defraudaros a todos
vosotros, pero, sobre todo, espero no defraudar y estar a la altura de la
Semana Santa de Férez.
Ser
pregonero de la Semana Santa de Férez tiene un atractivo especial
fundamentalmente por el significado polivalente que tiene esta festividad. Es,
ante todo y por encima de todo, un acontecimiento religioso a través del cual
se rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, que hunde sus
raíces en elementos esenciales del sentimiento cristiano: pasión, fe, devoción.
Pero no sólo es eso, sino que, además de un acto religioso y precisamente por
ello, es también un acontecimiento cultural en sus múltiples manifestaciones,
íntimamente ligado a la propia historia de nuestro pueblo; constituye uno de
los ingredientes que conforman la identidad de Férez pues, aun cuando se trate
de una celebración muy extendida en todo el mundo cristiano, en cada caso
presenta singularidades que constituyen el reflejo de las propias de cada
comunidad. En cada pueblo se ha desarrollado un modo propio de celebrar la
Semana Santa; en todos ellos se encuentran elementos comunes y también
singularidades; es siempre igual y a la vez distinta (en unos casos, la seña de
identidad es el sonido de los tambores, en otros, la belleza de las imágenes
que se procesionan, el sobrecogimiento de las penitencias, el aroma de las
alfombras de flores, etc.).
Por
eso yo os voy a hablar de las singularidades de la Semana Santa de Férez que
colman mis sentimientos.
Hablar
de la Semana Santa en Férez es un cúmulo de emociones y sobre todo de
recuerdos.
Si nuestra Semana Santa tiene algo totalmente singular y que nos diferencia de todas las conozco, y son muchas, es el olor a tomillo en las calles en la Procesión del Entierro de Viernes Santo. Esa fragancia a monte, que se distribuye por nuestras calles es siempre lo primero que viene a mi cabeza cuando hablo de mi Semana Santa. Recuerdo cómo iba moviendo esas matas de tomillo con el pie para poder disfrutar todavía más de ese olor a cerro, a pinos, a esas montañas que nos rodean. Era, y es, un homenaje a todos aquellos que trabajan los montes en nuestro entorno, antiguamente eran los esparteros quienes traían el tomillo. Nosotros no tenemos el aroma del azahar que tienen los sevillanos, pero le ofrecemos la esencia de nuestros montes.
Pero
hagamos un recuerdo cronológico de nuestras celebraciones. Lo primero es el
Domingo de Ramos, cargado siempre de luz y con los tallos de esos olivos que
producen en nuestros bancales un aceite que es oro puro. Tengo que decir que
nunca me han gustado las palmas, aunque sean muy bonitas. Jesús entró en
Jerusalén vitoreado entre ramas de olivos. Es necesario señalar que si nosotros
vemos paisajes de los campos de donde vivió Jesús, podríamos estar en cualquier
paraje de La Redonda, el Rocipón o el Charco, todo lleno de olivos. La imagen
de esos tallos de olivo bendecidos guardados en un lugar de mi casa durante
todo el año perduran en mi memoria.
Aquí quiero agradecer el esfuerzo que se ha hecho para incorporar La
Borriquilla a esta procesión.
La
Semana Santa de Férez también es liturgia y celebraciones en la Iglesia. Los
Vías Crucis hasta el cementerio al amanecer. Si existe una imagen que siempre
me llamó la atención son los cuadros pequeños que había en la Iglesia con las
estaciones del Vía Crucis. Era la celebración del Jueves Santo, donde se hacía
el Lavatorio de pies. Aquí, tengo un recuerdo un poco “travieso”: siempre
llegaba tarde para no tener que ser uno a los que le lavaban los pies. Pero si
existe una liturgia donde siempre he participado, ha sido la lectura del
Evangelio de Viernes Santo. Han sido
muchas las veces que en este mismo atril he leído ese apartado de la Biblia
donde se narraba, de manera casi teatralizada, la pasión, muerte y resurrección
de Cristo. Algunos de los que estáis aquí eráis mis compañeros y compañeras de
lectura.
Fluyen
las imágenes en mi memoria de la Procesión del Entierro, con el paso del
Sepulcro saliendo en absoluto silencio de nuestra Iglesia, de esas saetas que
rompen ese silencio con la voz rasgada de Antoñita, y la subida de las gradas
con el Sepulcro bailando sobre los hombros de sus portadores.
Del
mismo modo no puedo olvidar esa Procesión del Encuentro, de la Plaza de la
Corredera repleta de fereños y fereñas para contemplar las tres veces que se
hincan las rodillas en tierra justo antes de chocar los palos de los pasos y
celebrar el Encuentro de la Virgen con el Resucitado. Aún resuena en mi memoria
el aleteo de los palomos que salían de debajo del manto de la Dolorosa.
Como
ya he dicho anteriormente, la Semana Santa es también cultura y patrimonio, y
Férez puede presumir de las imágenes que saca en sus procesiones. Desde su
Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores que son una preciosa muestra de la
Escuela de Salzillo, realizadas por Roque López, a su Jesús Crucificado y que
está articulado para después entrar en el imponente paso del Sepulcro. Qué
decir de San Juan, el que siempre se ha dicho que era el santo de los jóvenes.
Sobre esta imagen puedo hablar largo y tendido, pues cuando fuimos quintos los
del 64, nos atrevimos a sacarlo con la famosa nube y sus ángeles (que restauró
y pintó nuestra pintora local Puri Pérez Serrano). Fue precioso ese año ese
paso, pero desde luego mis hombros todavía lo recuerda. No nos podemos olvidar
de Cristo Rey, que únicamente se ve en la procesión del encuentro.
La
Semana Santa en Férez también tiene muchas cosas que la hacen bonita, que nos
hacen recordar cada vez que ves una foto o pasas por una calle en esos días. No
podemos olvidar a esas Manolas, con su teja y su mantilla negra acompañando a
los pasos durante las procesiones, sobre todo en el Entierro. Esas filas de
gotas de cera que caían de las velas que llevábamos durante las procesiones.
Era casi imposible que alguna gota de cera no nos la lleváramos en nuestros
abrigos. No podemos olvidar los sonidos de los tambores y cornetas, con sus
primeros maestros Pepe de los Nudos y Jesús “el Moni”. Quiero tener un recuerdo especial para el Sacerdote Pepe Linares, que hace muy
poco tiempo nos dejó. Las horas de ensayos que tenemos a las espaldas
algunos de los que estuvieron en esos momentos. Ahora, por suerte se mantiene
todavía esa tradición. Son tantas las cosas para recordar que esto se podría
hacer eterno, pero no quiero dejar pasar este apartado de mi pregón para
mencionar y recordar con todo el cariño para una persona que siempre estaba en
todo lo referido a la Semana Santa: en la liturgia, en la preparación de los
pasos, organizando las procesiones, etc. Es Francisco el Cartero.
Pero
la Semana Santa también es gastronomía, y me han dicho que vamos a poder
disfrutar ahora después de alguna muestra muy interesante. Esos potajes de
Vigilia, con su bacalao y sus pelotillas, esos panecicos, esos buñuelos, ese
alajú. Comida y dulces que muchas veces nos devuelven a nuestras raíces
musulmanas.
La
Semana Santa es arte en la calle, misterio, espiritualidad, procesiones, actos
litúrgicos, costumbre y tradición, gastronomía, turismo, en fin, cultura
enraizada en el pueblo. Para los cofrades es también montaje de pasos, ensayos,
rito, olor a incienso y cera quemada, ruido ensordecedor y acompasado de
instrumentos, amistad fraterna, dolor, sed, cansancio, oración. Sin el fervor
religioso creyente, esta festividad sería una pura representación teatral;
añadida la fe y devoción que ponen en ella quienes la organizan y la celebran
se convierte en una manifestación de fervor religioso; en una pasión vivida con
el corazón, un acto que es personal e íntimo y a la vez también colectivo y
compartido en el que cada año se reproducen emociones intensas que nacen en el
alma misma.
Antes
de terminar quiero leeros una cosa que encontré en las muchas de mis
investigaciones sobre Férez, que nos habla de las Indulgencias, o perdón de los
pecados, que se concedieron en su momento por una visita de una autoridad de la
Iglesia con vistas a la Semana Santa de Férez. Está Inscrita en el libro de
Bautismos de 1804.
Por el ilustrísimo Sr. Don Sebastián
Rodríguez Biedma, dignísimo Obispo Prior perpetuo en la Real Casa se determina
hay concedidos cuarenta días de Indulgencias a cada uno de los cuatros Altares
que esta Iglesia Parroquial, cuales son el de La Purísima, el de San Josef, el
de San Antonio y el de Las Ánimas; también hizo igual concesión a la imagen de
Nuestra Señora del Rosario colocada en el Retablo Mayor de esta Parroquial;
otros cuarenta a María de los Dolores; otros cuarenta al Santísimo Crucificado
que hay en la Sacristía; otros cuarenta a Jesús Nazareno; otros cuarenta al
cuadro de Santa Lucía y otros cuarenta a la imagen de Nuestra Señora de Santa
Ana que se venera en su Ermita de esta población; como todo consta en los
correspondientes Decretos, y por ser así cierto, verdadero, público y notorio y
para que siempre conste, yo el Cura Propio de esta Iglesia Parroquial pongo
esta nota a once de diciembre de mil ochocientos y cuatro y la firmo. D. Manuel
García Berzosa.
Y
termino como comencé, con una cita del Quijote que en este caso tiene una clara
inspiración bíblica: «Las primeras buenas
nuevas que tuvo el mundo y tuvieron los hombres fueron las que dieron los
ángeles la noche que fue nuestro día, cuando cantaron en los aires: ''Gloria
sea en las alturas, y paz en la tierra, a los hombres de buena voluntad''; y a
la salutación que el mejor maestro de la tierra y del cielo enseñó a sus
allegados y favoridos, fue decirles que cuando entrasen en alguna casa,
dijesen: ''Paz sea en esta casa''; y otras muchas veces les dijo: ''Mi paz os
doy, mi paz os dejo: paz sea con vosotros'', bien como joya y prenda dada y
dejada de tal mano; joya que sin ella, en la tierra ni en el cielo puede haber
bien alguno» (Capítulo XXXVII).
Este momento siempre estará en mi recuerdo, por eso quiero deciros de todo corazón: Gracias, Gracias y un millón de Gracias.