Tercera entrega de la comunicación sobre Férez en la Guerra Civil. Hablamos del problema agrícola que tanto afecto al mundo rural durante la República y también del fenómeno de los Evacuados: personas que huían de las zonas de guerra.
5.- El problema agrícola.
Como ya se ha comentado en los
inicios de la comunicación, el municipio de Férez basa su economía en la
agricultura, por lo tanto no es difícil comprender como a lo largo de este período
de enfrentamiento civil, los grandes propietarios y sus posesiones se ponen en
el punto de mira de los gobernantes.
Desde el primer momento, mayo de
1936, se propone al pleno del Ayuntamiento la aplicación de la Ley de Reforma
Agraria en el término de Férez y se solicita que dicha Ley se
aplique en la finca denominada Alcantarilla de Jover. También citan como
finca para aplicar dicha Reforma Agraria la de "Capellanía de Ruiz
Tamayo", de propiedad parroquial. Los campesinos, quienes habían sufrido
una situación de desventaja en los dos años anteriores, esperaban que el nuevo
Gobierno llevase a término la Reforma Agraria prometida[1].
Dicha Reforma era uno de los pilares sobre los que sustentaba el programa del
Frente Popular, ya que hacía mención a una aceleración de la misma, dada la
pésima situación en el que se encontraba
el campo español[2].
Dentro del municipio de Férez en 1930 existían 13 fincas cuya superficie era
superior a 250 hectáreas, siendo el total de las mismas de 6452 has., lo que
suponía un porcentaje superior al 55 % del término municipal[3].
Estos datos habrá que tenerlos en cuenta siempre que hablemos de Reforma
Agraria en Férez.
Respecto
a las fincas señaladas para llevar a cabo la reforma, matizar que la
Alcantarilla era la mejor que existía en todo el término, ya que contaba con
una inmejorable huerta en los bordes del río Segura, en lo que hoy es terreno
del Pantano del Cenajo. El 27 marzo de1937 se acuerda mandar al concejal Ángel Álvarez Soria a investigar en el Registro de la
Propiedad de Yeste la titularidad de fincas para su posible incautación
para la causa republicana de todas aquellas que recaigan en personas declaradas
de índole facciosas por la Comisión Calificadora.
En
agosto del 37 el Instituto de Reforma
Agraria ordena incautar las fincas de: Las Ramblas, Aguas Calientes, Prado Grande
y Collado Alto. Lo notifica para que sean repartidas y no estén mucho
tiempo sin trabajar. Esto supone un paso importantísimo dentro de la
implantación de la Reforma Agraria en el municipio de Férez. Lo que sucede es
que no se tiene constancia de una ocupación masiva de dichas fincas, que
suponen una cantidad de terreno considerable dentro del término municipal.
Señalar que pertenecían a personas que habían sido consideradas como afectos a
la causa de los sublevados y esta incautación era parte del castigo por eso.
De septiembre de 1937 son los
primeros datos que se tienen sobre la existencia en Alcantarilla de 72 asentamientos, en cultivos tanto parcelarios
como colectivos, y que sus ocupantes no quieren dejarlos para implantar la
Reforma Agraria, por lo que se insta a que en ocho días sean abandonadas dichas
propiedades, para su posterior ocupación por las organizaciones sindicales.
Esto es debido al polémico decreto del Ministerio de Agricultura, dirigido por
Vicente Uribe, que consideraba únicamente expropiables las tierras de los que
habían intervenido directa o indirectamente en la sublevación militar y que la
forma de ocupación acontecida en el verano de 1936 no se adapta a dicha
legalidad, por lo cual sus ocupantes tienen que dejar estas tierras[4]. Esto creó cierto recelo entre las
organizaciones sindicales del municipio, pues no comprendían por qué tenían que
ser revisadas las incautaciones.
Los
campesinos del municipio se desplazan en un número elevado para ocupar estas
tierras que son muy productivas, repartiéndose también los animales de trabajo,
como mulas, burros, bueyes y el ganado que había en la aldea. Al finalizar la
guerra los antiguos dueños les requisaron todos sus productos y aperos y además
castigaron a los cabecillas de los colonos.
6.- Los Evacuados.
Otro
de los aspectos que debemos comentar sobre el período de la Guerra Civil en el
municipio de Férez es el de los evacuados que van llegando de otras zonas más
peligrosas en las que la contienda está mucho más cercana que en este pueblo de
la Sierra de Albacete. En este sentido nos hablan Ortega y Silvestre: “durante estos meses (julio-noviembre 1936)
cuando el gobierno republicano traslada el gobierno desde Madrid a Valencia. Se
produce el avance del ejército sublevado desde África vía
Sevilla-Mérida-Badajoz-Toledo. Este movimiento genera una primera oleada de
refugiados, que marchan desde el sur de Extremadura hacia Jaén, Ciudad Real y
otras provincias"[5]. Ejemplo
de estos evacuados lo tenemos en una familia que llega a Férez procedente de
Maguillas (Badajoz) y que después se establece en el municipio de manera
permanente quedando todavía los hijos de la misma, conocidos algunos de ellos
por el topónimo de su lugar de origen.
En
cuanto a las referencias a este fenómeno migratorio nos encontramos con varias
citas en los Libros de Actas del Consejo Local. Así, por ejemplo, el 11 abril
1937 se estudia la propuesta de alojar
a las familias sin casa en otras donde sobra espacio. El Consejo
pretende distribuir una serie de familias, que a malas penas pueden vivir en
sus casas, por otras donde existe un espacio sobrado. Es una medida pensada con
vistas a la ubicación de los evacuados que llegaron desde otros puntos de la
geografía española.
También
se hace mención el 29 enero de 1938 del nombramiento como auxiliar del Ayuntamiento al evacuado
Basilio Vega Orea (Canónigo de la Catedral de Madrid). Los evacuados
entran a formar parte del entramado del municipio, llevando a cabo funciones
que por sus conocimientos no pueden ser llevadas a cabo por personas de Férez.
Es el caso del puesto de Auxiliar de Secretaría, que ocupa un Canónigo que
llegó evacuado desde Madrid. Según el
testimonio de varios vecinos del lugar, en un principio fue enviado al cortijo llamado
Molino Viejo y allí realizaba diferentes labores, tanto de tipo agrícola como
de tipo cultural. Francisco Fernández Martínez nos señala que fue este señor
quién enseñó a leer y escribir a los niños del cortijo y que éstos hacían
labores de vigilancia ante cualquier visita de milicianos de otros pueblos con
el fin de llevarse preso al sacerdote.[6]
Otro testimonio nos lo cita como el sacerdote que se le atribuye el decir la
primera misa en el pueblo, celebrada en la Plaza de la Corredera al finalizar la Guerra Civil.[7]
[1]Manuel
Requena Gallego. Albacete en el período 1900-1936. Historia de Albacete
y Su Caja de Ahorros. Pág. 187
[2]Ramón
Tamames. La República y la Era de Franco. De Trabajos prácticos de
Historia de España. Pág. 335
[3]Manuel
Requena Gallego. Albacete en el período
1900-1936. Historia de Albacete y su Caja de Ahorros. Pág. 35
[4]
Julián Casanova. Las Colectivizaciones. La Guerra Civil. Historia 16.
Madrid 1986
[5] José
Antonio Ortega y Javier Silvestre. Las
consecuencias demográficas de la Guerra Civil. X Congreso de la AEHE.
Galicia 2005, pg. 25
[6]
Francisco Fernández Martínez es hijo de uno de los habitantes del Molino Viejo
y recuerda de manera especial el tiempo en el que este evacuado estuvo alojado
en sus casas. Nos habla de cómo hacia guardia en los caminos para avisar al
sacerdote ante cualquier visita. Nos cita el plan de escape que tenían previsto
ante un peligro.
[7]
Testimonio de Dionisio Francisco Martínez Fernández. Recuerda como ayudó a
celebrar dicha misa siendo él un
adolescente.
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